Los asistentes de Hollywood están hartos y ya no tienen miedo a decirlo
Kiran Subramaniam tenía veintitantos años cuando la contrataron como asistente en ICM, una de las cuatro grandes agencias de talentos en Los Ángeles. Pagaban doce dólares por hora. Un día, su jefe, un agente, le lanzó un pequeño paquete a la cabeza porque ella lo había colocado en su escritorio de una manera que a él no le gustó. Alcanzó a agacharse, pero el paquete le rozó el rostro. Cuando amenazó con renunciar, él se disculpó diciendo que había arrojado la caja en broma. Subramaniam decidió quedarse, según dijo, por tonta.
Leer más…Los asistentes de Hollywood están hartos y ya no tienen miedo a decirlo