El cáncer de mama en jóvenes es raro, pero no inexistente
Hablar de cáncer es hablar de inmunidad, y la inmunidad involucra un sin número de factores citogenéticos y moleculares que todo un compendio resultaría pequeño para expresarnos sobre cada uno de ellos.
Mencionar un sin fin de elementos inmunitarios como antígenos, factores humorales, linfocitos T y B, Células Natural Killer, en español serían las células asesinas; factores de necrosis tumoral, las Citokinas, interleuquinas y un montón de factores tumorales o protectores tumorales que parecerían salir de un capítulo de una serie llamada ‘Star World’.
Cada uno de ellos encargados en su momento de determinada acción dentro de nuestro organismo, para defendernos ante los factores externos y también de nuestros propios desordenes internos.
Desde el momento mismo del inicio de la vida, embriogénesis (cuando somos embriones), se inicia un proceso de maduración y de diferenciación celular durante el cual surgen en nosotros células malignas, pero en la mayoría de los individuos permanecen latentes o no expresadas, gracias a la acción protectora/inmunitaria del huésped. Esta inmunidad se va deteriorando con el tiempo y a la misma acción ejercida por el medio exterior o ambiente.
Las sustancias neuroendocrinas también juegan un rol fundamental en la aparición de tumores malignos o benignos, por lo tanto las enfermedades o padecimientos de la conducta o del estado de ánimo son una alta influencia para la aparición de un cáncer.
El cáncer de mama es una neoplasia maligna que se origina en las células del tejido mamario, específicamente en las células epiteliales que recubren los conductos galactóforos (carcinoma ductal) o los lobulillos mamarios (carcinoma lobulillar). Este proceso patológico se desencadena por la acumulación de mutaciones genéticas que alteran los mecanismos de control del ciclo celular, lo que provoca la proliferación descontrolada de células anormales.
El desarrollo del cáncer de mama implica una serie de etapas progresivas, comenzando con hiperplasia o cambios benignos en las células, seguidas de lesiones pre-invasivas como el carcinoma ductal in situ (CDIS), hasta llegar a la invasión del estroma circundante, lo que define al cáncer invasivo. A medida que las células malignas continúan replicándose, pueden diseminarse a través del sistema linfático y sanguíneo a otros órganos, fenómeno conocido como metástasis.
El cáncer de mama en mujeres jóvenes, entre los 15 y 20 años de edad, es extremadamente raro, pero no inexistente. En esta etapa de la vida los tejidos mamarios aún están en desarrollo, lo que se traduce en menos probabilidades de cambios cancerosos comparado con mujeres adultas.
Sin embargo, los casos que se presentan en este grupo etario suelen estar asociados a factores genéticos, predisposición hereditaria o mutaciones en los genes BRCA1 y BRCA2, los cuales incrementan significativamente el riesgo de desarrollar cáncer de mama a edades tempranas.
La aparición temprana de cáncer de mama en adolescentes y mujeres jóvenes puede estar vinculada también a antecedentes familiares fuertes de la enfermedad, exposición a radiación durante la infancia para tratar otras enfermedades o ciertas condiciones genéticas poco comunes, como el síndrome de Li-Fraumeni, que predisponen a distintos tipos de cáncer.
También se han señalado factores ambientales y hormonales como posibles desencadenantes, aunque su rol exacto en el desarrollo del cáncer de mama en esta población no está del todo claro.
El cáncer de mama en mujeres jóvenes tiende a ser más agresivo que en mujeres mayores, lo que complica el tratamiento y reduce las tasas de supervivencia. Además, debido a que es inusual en esta población, los síntomas a menudo son ignorados o malinterpretados, lo que retrasa el diagnóstico.
En esta franja de edad, se debe enfatizar la autoexploración mamaria, la educación temprana sobre factores de riesgo y la consulta médica ante cualquier anomalía para lograr una detección precoz y un manejo efectivo.
La investigación sobre el cáncer de mama en jóvenes aún está en desarrollo, pero es esencial continuar profundizando en sus causas y mejorar las estrategias de prevención y tratamiento en esta población.
En términos moleculares, el cáncer de mama puede clasificarse según la expresión de receptores hormonales (estrógeno y progesterona) y la sobreexpresión de la proteína HER2, lo que influye tanto en su comportamiento biológico como en las opciones terapéuticas.
Las principales sub-tipificaciones incluyen cáncer de mama con receptores hormonales positivos (RH+), HER2 positivo y triple negativo, cada uno con características y pronósticos distintos.
Este tipo de cáncer es heterogéneo, lo que significa que presenta una amplia variabilidad genética, molecular y clínica entre los pacientes haciendo del diagnóstico, tratamiento y manejo un desafío que requiere un enfoque multidisciplinario. Las estrategias terapéuticas incluyen cirugía, radioterapia, quimioterapia, hormonoterapia y terapias dirigidas según el subtipo específico del tumor.